26 de setembre del 2014

José Luis Sampedro i el seu Congreso a Estocolmo

Miguel Espejo, professor de matemàtiques d’un institut de Soria viatja als anys 50 a un congrés científic a Estocolm , una ciutat molt diferent a la seua ciutat natal, amb gent amb qui no acaba de sentir-se bé perquè no els acaba d’entendre i tenen diferents maneres de viure, diferent a tot allò al que està acostumat. Però allà, en uns dies, descobrirà l’amor, la veritable amistat, i la passió per la vida. És allí on aprendrà a viure, a estimar.

Copio tres fragments que m’han cridat l’atenció:

“La grandeza del hombre y su dignidad han consistido siempre en “comerse las penas” Un hombre sin problemas y sin tirar de sus riendas es un hombre vacío. Yo no quiero que nada de lo engendrado por mi alma sea dispersado por el viento o las palabras. Quiero llegar con ella, virtud y pecado, hasta el final. Así es únicamente como se puede llevar la cabeza alta.”


“A la mañana siguiente, viernes, los seres humanos reunidos en el Gran Hotel de Saltsjöbaden comenzaron su jornada con esa gran monotonía de la vida que da tanto relieve a las pequeñas alteraciones. En la habitación de Horvacz, la recién despertada Sigrid trataba de vestirse rápidamente, entre las caricias matutinas del hombre, pensando, una vez más, en si lograría salir sin ser vista. Almberg, repasaba su breve discurso de presentación del conferenciante de turno. García Rasines se colocaba cuidadosamente su dentadura postiza y ensayaba las mandíbulas. Pero Saliinen, con los ojos doloridos del insomnio, se preguntaba si habría llegado el telegrama. Holburn sacaba clandestinamente de la maleta una revista con desnudos –como si alguien pudiera verle- y, tras hojearla, volvía a encerrarla con la mayor precaución. Don Cayetano Galán hacía unos movimientos que él consideraba gimnásticos. Joseph Greemans rezaba en su librito de oraciones. Sama Rawenanda se purificaba frente, manos y pies… Y todos, más pronto o más tarde, se alegraban de que aquella arde, en vez de una conferencia, figurase en el programa una excursión a Drottningholm.”


“—Pongo todas mis fuerzas, todos mis sentidos, solamente en vivir…-- ¿Tú sabes cuánto he sufrido yo también estos días? Muchas veces leí en novelas esas dos palabras: “Amor imposible”, e ignoré que podían matar de consumición mientras no viví que mi amor imposible se llamaba precisamente Karin, una muchachita prodigiosa con estos labios…, estos ojos…, estos hombros... Vive y no pienses, cariño; no pierdas este presente único por las sombras del futuro.”

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