"Trahit suaquemque
voluptas [tothom se sent atret pel que li agrada]. A cada uno su senda; y
también su meta, su ambición si se quiere, su gusto más secreto y su más claro
ideal. El mío estaba encerrado en la palabra belleza, tan difícil de definir a
pesar de todas las evidencias de los sentidos y los ojos. Me sentía responsable
de la belleza del mundo. Quería que las ciudades fueran espléndidas,
ventiladas, regadas por aguas límpidas, pobladas por seres humanos cuyo cuerpo
no se viera estropeado por las marcas de la miseria o la servidumbre, ni por la
hinchazón de una riqueza grosera; quería que los colegiales recitaran con voz
justa las lecciones de un buen saber; que las mujeres, en sus hogares, se
movieran con dignidad maternal, con una calma llena de fuerza; que los jóvenes
asistentes a los gimnasios no ignoraran los juegos ni las artes; que los
huertos dieran los más hermosos frutos y los campos las cosechas más ricas.
Quería que a todos llegara la inmensa majestad de la paz romana, insensible y
presente como la música del cielo en marcha; que el viajero más humilde pudiera
errar en un país, de un continente al otro, sin formalidades vejatorias, sin
peligros, por doquiera seguro de un mínimo de legalidad y de cultura; que
nuestros soldados continuaran su eterna danza pírrica en las fronteras; que
todo funcionara sin inconvenientes, los talleres y los templos; que en el mar
se trazara la estela de hermosos navíos y que frecuentaran las rutas numerosos
vehículos; quería que, en un mundo bien ordenado, los filósofos tuvieran su
lugar y también lo tuvieran los bailarines. Este ideal, modesto al fin y al
cabo, podría llegan a cumplirse si los hombres pusieran a su servicio parte de
la energía que gastan en trabajos estúpidos o feroces; una feliz oportunidad me
ha permitido realizarlo parcialmente en este último cuarto de siglo."
(Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano, traducció de Julio Cortázar)
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada